martes, 19 de noviembre de 2013

La sonrisa genera empatía, por eso es imprescindible mantenerla.

Dicen que de la casa se debe salir con la sonrisa puesta, porque con ella uno se prepara para afrontar la vida. Con solo esbozar una sonrisa, honesta, transparente y que nazca como respuesta a una sensación, quien la da está preparado, así no se dé cuenta, para encarar de una manera más positiva y esperanzada los desafíos y hasta las contrariedades del día a día.
“La razón es sencilla –explica el psicólogo Alejandro Cortés–: la sonrisa es una manifestación inconsciente de una actitud y esta, a su vez, es una reacción afectiva de nuestro organismo frente a las circunstancias que se nos presentan en la cotidianidad y que nos predisponen anímica y físicamente para enfrentar cualquier eventualidad”.
En otras palabras, una sonrisa es una reacción emocional que delata lo que sentimos y va más allá de dibujarse en el rostro, porque con este simple gesto se liberan en el cerebro endorfinas que relajan los músculos faciales y favorecen el estado anímico, al punto que nos prepara para manejar las circunstancias que se presenten. Por eso cuando se suelta una sonrisa espontánea y genuina no solo se ilumina la expresión de quien la regala, sino que lo hace lucir rejuvenecido y con otra actitud mental.
La sonrisa actúa como un bálsamo, pues las famosas endorfinas “promueven la calma, mejoran el estado de ánimo, reducen el dolor e incluso disminuyen los niveles altos de adrenalina asociados con la ansiedad”, dice Cortés.
Una sonrisa también desarma y abre puertas. Al ser una expresión facial y una de las formas primarias con las que un ser humano se relaciona con otros, “se convierte en una herramienta con la que contamos para romper el hielo y generar empatía –explica Jaime B. Jerez, director de Clínicas Jasban–. Cuando se quiere agradar a alguien basta con regalarle una sonrisa porque con este gesto, que hemos aprendido desde temprana edad, podemos generar cambios positivos en el interlocutor”.
Y para lograrlo no necesariamente se debe tener una sonrisa perfecta, pero sí agradable y sincera, que invite a la comunicación y a crear más cercanía.
Una sonrisa natural
Pero, en realidad, ¿hay sonrisas perfectas? Para el odontólogo Christian Salazar, “si hablamos en el sentido estético, no las hay, porque la belleza es relativa y todo depende de los ojos de quien la mire”. Si bien en términos de salud hay patrones para calificar una sonrisa como bonita o, más bien, sana –por ejemplo, si los dientes y encías están en buen estado y realzan la expresión del rostro–, lo cierto es que hay tantos tipos de sonrisas como motivos para reír, y estas varían dependiendo “de los ángulos faciales, de los labios y de la forma y color de los dientes”, agrega Jerez.
Ya sea por su estética o por la sonoridad que la acompaña, pero sobre todo por su particularidad, la sonrisa es un sello distintivo, la marca personal de quienes aprendieron a sacarle provecho a lo que la naturaleza les dio, eso sí, sin que sea indispensable lucir los dientes extrablancos de la estrella de moda.
“Ese es un error en el que se suele caer –dice el odontólogo Juan Carlos González–, quizá producto del mercadeo extremo de la odontología y de lo que se promete con los diseños de sonrisa. Hay pacientes que consultan con el deseo de tener los dientes con la forma y el color de los del artista de moda o de otra persona, sin reparar en que quizá no sea la mejor elección para la forma de su rostro y color de piel”.
Para expertos como Jerez, esto sucede porque “el ser humano es muy vanidoso y no le gusta mostrar sus defectos, piensa que será objeto de burlas directas o disimuladas, y esta inseguridad aumenta cuando hay imperfecciones marcadas en su boca, como que falten piezas dentales o que no estén en buen estado –dice–. Lo bueno es que la odontología moderna ofrece opciones para mejorar la calidad de una sonrisa, pero el paciente debe aprender hasta dónde llegar para mantener resultados naturales y que no afecten su salud oral”.
Y es aquí cuando la autoestima y la percepción que se tengan de sí mismo juegan un papel importante. Cada sonrisa es única, y en su imperfección reside su encanto. “Recuerdo a una paciente que quería tener los dientes parecidos a los de la cantante Gwen Stefani; a pesar de que se le insistió en buscar un cambio acorde con sus características, cuando se le mostró su nueva sonrisa no se creyó merecedora de ella”, recuerda González.
Desde pequeños
Para fortalecer la percepción de sí mismo “resulta clave la educación oral”, refiere Salazar, y se debe inculcar desde la primera infancia. Este odontólogo dedica parte de su tiempo a hacer brigadas de salud y campañas de higiene en las que los beneficiados son los niños de zonas vulnerables como Ciudad Bolívar y Soacha en Bogotá. “Y hacemos este programa para crearles hábitos saludables y alimentarles su seguridad personal, porque un niño que está estudiando y le duele una muela no es el mismo en la escuela o no va, ni da lo mejor de sí. Pero si se le enseña a cuidar su sonrisa, tendrá una mejor salud física y mental, y hasta mejores oportunidades de trabajo en su vida adulta”, dice Salazar.
Y es que la sonrisa incide en la proyección de la imagen personal, porque una boca bien cuidada se nota hasta en la forma como se ríe, y esto “marca la diferencia no solo desde la manera como nos ven los demás sino en cómo nos proyectamos, reaccionamos o interactuamos”, explica el psicólogo Alejandro Cortés.
Pero que alguien no ‘pele el diente’ con frecuencia no necesariamente es indicador de una pobre salud oral. Las razones por las que puede abstenerse de reír son variadas: “Obedecer a modelos familiares en los que la seriedad podría mal interpretarse como una preferencia a no reír y por eso se muestra siempre parco o, simplemente, porque pasa por algún mal momento”, insiste Cortés.

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